«Regresen al twitter y al sillón»

Jorge Ley

El panorama en México incluye a policías federales siendo embestidos por una camioneta, saqueos múltiples en unos 20 estados, entradas forzadas a ayuntamientos, marchas generalizadas y un gobierno en estado de putrefacción que de tanto mover a México, lo ha puesto a 15 minutos de Venezuela. Y vaya, no ha llegado AMLO aún a tocar pelo. La salvajada del 20% en el aumento de la gasolina ha desplazado la protesta del sillón, el twitter y las charlas de sobremesa a la calle. Cosa deseable y que, sin embargo, parece incomodar demasiado a quienes pedían que los demás, los quejosos, se pusieran los zapatos para «hacer algo».

M(éxico)ad Max

Jorge Ley

Los Simpson, de un tiempo a la fecha, se han convertido en el comodín de moda utilizado para predecir el futuro. O más bien, para revisar nuestro presente, que es un poco lo que se hace con los cuartetos de Nostradamus: Presenciar un hecho sorprendente y luego ir a comprobar su existencia en los textos antiguos. Lo que antes eran el tarot, la bola de cristal o la lectura de las manos han sufrido una mutación 2.0 en la que los vendedores de crecepelo no están vestidos a lo Walter Mercado, ni escriben sus visiones camufladas en metáforas, sino que tienen como representante principal a un sujeto cuarentón  y amarillo que se pasa la vida bebiéndosela en un sofá o una taberna.

Como tragedia, como farsa, como…

Jorge Ley

No hace falta llamarse Rubí, ni cumplir 15 años para saltar a la palestra mediática. Basta con tener el nombre de Jorge Luis Preciado, ser senador del PAN y proponer la legalización de las armas en México como si quisiera ponernos a la altura de algo con Estados Unidos. Fue tan lejos en su empeño que invitó a la Asociación Nacional del Rifle para vender la maravilla del método que tan bien les funciona a los vecinos del norte y cuya consecuencia vemos cada cierto tiempo cuando al abrir twitter hay un nuevo Trending Topic relacionado con algún tiroteo en un colegio o centro comercial.

El teléfono rojo

Jorge Ley

Desde que Enrique Peña Nieto, mediante la mano de Videgaray, metiera hasta la cocina de Los Pinos a Donald Trump con el entusiasmo de quien recibe al ganador olímpico de turno en su casa, han pasado unos meses. Ha bastado eso para que la carroza del candidato republicano no solo no perdiera la magia a la medianoche, sino que se reforzara en su ejercicio de resistencia final, como si quisiera hacer de las victorias de último minuto algo más que un patrimonio del Real Madrid en la Copa de Europa. Y como si ocultara un ejército en las sombras, alejado del microscopio con el que se realizaban las encuestas.