TRAVESÍAS RUSAS (V) | Jorge Ley
Como condenados a la repetición eterna del mito de Sísifo, la Selección mexicana ha tropezado de nuevo con la piedra de los octavos de final de la Copa del Mundo. Resulta quizá más decepcionante que hace cuatro años, cuando México estuvo a segundos de tirar la puerta frente a Holanda hasta que Robben, de profesión correcaminos, se lanzó en el área al suelo como un sucedáneo de Neymar y ni el árbitro, ni México tenían VAR al que encomendarse. A los de Miguel Herrera se les cayó el mundo encima en Zona Cesarini. Algunos todavía tenemos en la memoria los gritos finales de Martinoli como si nos hubiera estallado al lado una incontenible olla de presión.