Desintegrarse a pedazos

FUEGO A DISCRECIÓN | Jorge Ley

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Si se pensaba que el naufragio romano había sido una mancha imborrable pero irrepetible en la historia del FC Barcelona, el hundimiento de Anfield pasará a los anales enciclopédicos de los blaugranas como una desconexión futbolística y mental como pocas se han visto en la Copa de Europa. «No se puede repetir», nos decían como loritos por todos lados desde que se pitó el final en el Camp Nou y la ventaja se antojaba una losa insalvable para los de Klopp. Pero la debacle ha sido tal que hasta Jordi Alba, un tiro en la ida, parecía un muñeco de trapo atrás y adelante. Como si fuese un autómata defectuoso y no el mejor lateral de la temporada. Alba parecía el doble de su doble. Con perdón de su doble. Ya no hablemos de Coutinho. Un ente inclasificable que se borró del campo y que, por no hacer, no hizo ni de estorbo.
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Tiranizar el sufrimiento

FUEGO A DISCRECIÓN | Jorge Ley

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El fútbol es pura incertidumbre y Messi, su única certeza. Eso y la razón primordial por la cual el Barça ha salido de una sola pieza de esa jaula a 100° centígrados que es el Liverpool de Klopp. Ese acoso incesante de Salah y Mané, esa bala disparada que es Robertson y hasta las llegadas de un Milner punzante, que por hiperactivo parecía que se acababa de soltar de los amarres de un manicomio. El Barça puede empezar a entender su insultante triunfo (Si es que puede), su goleada fast track en semifinales de la Copa de Europa, a partir de esa estela inexplicable que lleva el 10 en la espalda. La otra razón, que empieza a ser también de una excéntrica regularidad, es el concierto de intervenciones decisivas que comienza a cosechar cada semana Ter Stegen. El arquero alemán cimentó la victoria que Messi, implacable, después se cobraría. Una vez más, el argentino disparó primero y preguntó después. Sigue leyendo

Enésimo ejercicio tiránico del rey del patio

FUEGO A DISCRECIÓN | Jorge Ley

El rey del Camp Nou por aclamación popular, al que recibieron en peregrinación al estadio un grupo de feligreses con la pancarta «God save the king«, calmó las tensas aguas de Stamford Bridge cuando al acecho estaban las galopadas que paría Kanté y Willian y su fusil, al igual que destapó esta noche el champán en el jardín de su casa que es llamada Camp Nou. Todavía. Y solo porque la gente no se ha puesto de frente para protestar por un cambio de nombre llevando caretas de su mito viviente. Aún. Messi apareció, se oyó un rugido atronador y fundido en negro. Como si acabaran de sacar al león de Londres para echarlo directamente al estadio, sin paradas intermedias, ni desvíos involuntarios, a seguir con un festín interminable donde saltaron las costuras blues apenas salieron de la ducha. No hubo tiempo ni para que Conte torciera el gesto.  Sigue leyendo