De infarto en infarto…

QATAR EN BLANCO Y MÁS NEGRO (II) | Jorge Ley

México, como si por fin alguien le hubiera encendido una bengala, fue todo lo que casi jamás fue durante el Martinato tras las secuelas de Raúl Jiménez y la incomparecencia de Corona: Un tormento que llevando la iniciativa condena al rival a la silla del dentista. Arabia Saudí entró al juego, pero el juego jamás le correspondió. Una exhibición de Luis Chávez, con un diamante a la escuadra incluido, sentenció las posibilidades del cuadro de Medio Oriente en esta Copa Del Mundo. Un concierto de ocasiones y llegadas mexicanas al que ayudaba una Argentina que, en algún punto de Doha, tenía sometido a una sesión de gota malaya a los polacos, que ya imploraban al mito Lewandowski y a quien se pusiera enfrente con medio ojo puesto en otra pantalla, a ver si así Lozano fallaba la suya u Ochoa se vencía como casi nunca en los Mundiales.

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Implorando al mito Son

TRAVESÍAS RUSAS (IV) | Jorge Ley

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La sonora derrota que tuvo a México colgado del alambre por casi 40 minutos ante Suecia es la fiel representación de lo que está siendo esta fase de grupos de la Copa del Mundo: Un cúmulo de sufrimiento extendido por casi todas las canchas de Rusia y una inversión de las probabilidades en el status quo del fútbol mundial. O de lo que se supone que es. Por eso, la misma selección que fue una de las sensaciones de las dos primeras jornadas, México, apareció en Ekaterimburgo como un búnker a prueba de bombas y salió más agujereada que un queso gruyer.

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Lozano rompe Matrix

TRAVESÍAS RUSAS (I) | Jorge Ley

Cuando casi nadie creía en las posibilidades de México, el fantasma del 4-1 de la Confederaciones rondaba peligrosamente el Luzhniki como una suerte de profecía autocumplida y a Juan Carlos Osorio, más de uno esperaba la derrota para enviarlo directo a un manicomio, como si eligiera sus esquemas y a sus futbolistas a través de los signos zodiacales, Hirving Lozano, que enganchó el balón dentro del área, dejó a Özil tirititando, sin cintura y a punto de regresar a Londres a lamerse las heridas, puso la pelota pegada al palo izquierdo de un Neuer sobrio, pero impotente ante la precisión suiza del futbolista del PSV (1-0). Un electrón suelto al que los alemanes jamás pudieron controlar; una falla en Matrix que, de cuando en cuando, le hacía un roto por la izquierda a un equipo superado y que por momentos solo la veía pasar.

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