¡Que mueran los viejos!

¡AQUÍ SE JUEGA! | Jorge Ley

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EL AGARROTAMIENTO empático y darwinista de media sociedad que salió matizando todo el rato (Y ya hablaremos un buen día de eso del matiz) “es que solo afecta a los viejos” al principio de la internacionalización del virus, prima hermana de la todavía más lisérgica “solo se mueren los mayores”, ha mutado sin remedio al experimento social psicopático por excelencia: “Que se mueran los viejos y que todo siga rodando”. Inauguró el simpático jueguito la amenaza gerontocida Boris Johnson, que a medio camino ha quitado el dedo del gatillo, y va a todo tren, tras la verdad revelada del anciano desechable, la catástrofe social y política que habita la Casa Blanca. Es decir, ya no como un deje de alivio falso e inconsciente, sino como toda una propuesta estúpida, estupefaciente e indecorosa. Es una concepción sintomática de lo que significa “que todo siga rodando” y una frase que solo se puede relacionar con un grupo de CEO nadando en una mar de billetes mientras el resto de la carne sobrante, nosotros, sus empleados, vamos enterrando padres y abuelos sin siquiera podernos despedir. Muy bien vestidos, eso que ganamos. Sigue leyendo

El amor en vísperas del coronavirus

¡AQUÍ SE JUEGA! | Jorge Ley

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SUPERADA LA barrera psicológica de las decenas de casos de coronavirus y ya en vía expedita a la fase 2 de la epidemia, el presidente de la República organizó un mitin en Guerrero donde cientos de personas, muy cercanas entre sí, se precipitaron sobre su figura como si hubiese vuelto el Papa. Es el resultado inexorable del 99% de los eventos lopezobradoristas, porque de muchas maneras AMLO se sitúa entre la estrella de rock y el líder franciscano en esas interminables giras que suelen devenir en peregrinaje. Debe pensar esta buena gente que ninguna infección aguanta la imposición de manos, el contacto físico proveniente de Palacio nacional. El presidente, estadista en la pandemia hasta el jueves pasado, debe decidir con premura si es el corazón de las masas o el Jefe de Estado en tiempos de crisis sanitaria y, por añadidura obligada en este sistema, recesión económica. Es decir, el presidente López Obrador debe decidir si asiste a los mítines a multiplicar enfermos o si multiplica con urgencia el gasto sanitario. Y debe hacerlo con la certeza de que el tiempo es ahora mismo una bomba de relojería.
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Un virus dentro del virus

¡AQUÍ SE JUEGA! | Jorge Ley

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SIN QUERERLO y, sobre todo, haberlo procurado, uno tiende a recibir en carne propia el feedback de bienintencionadas almas a las que el peso del coronavirus va carcomiendo la cabeza poquito a poco, como la expansión misma de la enfermedad. Empiezan lavándose las manos un par de veces más y acaban como si fueran un sucedáneo de epidemiólogo a punto de la fiesta de disfraces. Y es indeseable propagar ese miedo entre los pares, aunque entendible, al fin. El estado de pánico puede romper una sociedad con mayor facilidad que una enfermedad de largo aliento y se reproduce a un ritmo que no ralentizan los medios convencionales de contención, como los confinamientos. Las redes, ese sintagma, son un arma de destrucción masiva cuando el caos impera. A veces el virus no es solo el peligro en sí mismo, sino el transmisor silencioso e invisible de un mal mayor.
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La revuelta de «las malas feministas»

¡AQUÍ SE JUEGA! | Jorge Ley

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EL FEMINISMO se le ha atragantado al presidente de la república como ninguna otra cosa. Ni siquiera «la violencia», dicho así en genérico, le ha mancillado como las mujeres víctimas su sacrosanta popularidad. Estas semanas de chorreo constante de malas noticias, de asesinatos, de desapariciones múltiples a las que el gobierno no ha sabido responder ni en tiempo, ni en forma lo han retratado frente a muchas como lo mismo que han conocido toda la vida. Y yo creo que es mejor así. Porque cuando ha reaccionado, por decir algo, ha lastimado a las feministas sometiéndolas, once again, a una cascada de discursos que, si bien son más o menos sostenibles históricamente, parecen dejar de lado el aspecto fundamental y relevante del asunto: Sí, efectivamente, queridos relativistas de las estadísticas que ni siquiera saben leer/interpretar, las están matando. Y las están matando más que nunca. Sigue leyendo