¡AQUÍ SE JUEGA! | Jorge Ley
Que es excesivo el escándalo al que hemos asistido producto del insondable cinismo del Capitán México lo muestra fehacientemente el hecho ineludible de que hablamos de Felipe Calderón, un poco más inhabilitado moral e intelectualmente que ayer para dar lecciones de nada, pero menos que mañana. Siempre menos que mañana. El gobierno de Calderón no fue, al fin y al cabo, sino un monumento permanente a la hipocresía y el descaro. En realidad, la tragedia infinita del calderonato no podía tener un epílogo más elocuente: Con el ministro de seguridad plenipotenciario García Luna, que jaleó sin parar la «guerra contra el narcotráfico», que susurraba a los oídos del presidente de la república, detenido y acusado por el mismo delito, entre otros, que decía combatir mientras su jefe (El de rigor, al menos) despreciaba a todos los muertos como daños colaterales en una estrategia bien pensada de combate al crimen. 100000 números tan solo, eh. Y si tiramos por lo bajo. Lo de la «estrategia bien pensada» es, obvio, la ficción que corrían a contarle a unos comunicadores que voceaban el relato oficial salido de Los Pinos y cuyo servilismo pueril contrasta con el papelón que estamos viendo hoy en horarios de máxima audiencia (¡Y con niños y bebés teniendo que poner los ojos en tan dantescas escenas!): Comunicadores que señalan un linchamiento mediático en redes y deslizan el afán inquisitorial de la fiscalía estadounidense cuando, en su día, alegres transmitían íntegra y sin procesar la enésima filtración de García Luna y compañía, cuando no sus delictivos montajes a los que algún alma cándida todavía colgaba la etiqueta de «exclusiva».