¡AQUÍ SE JUEGA! | Jorge Ley
La fe católica debe ser inmensa e inconmensurable (Han pasado con auténtico vértigo los jefes doctrinales de esta grey de la creencia en la fuerza divina a la divinización en vida de sus súbditos terrenales. ¡Blasfemia!) y la cara que tienen sus dirigentes más larga que su espalda. Bajo esos dos supuestos, por supuesto no excluyentes, se puede entender con normalidad la posición que ha adoptado en las últimas semanas la Iglesia católica de Francisco, el afable Papa progre [sic], a propósito de los abusos sexuales cometidos a menores por sacerdotes y otros miembros de la Curia. No se pueden tocar ya que su condena no es de este mundo. En la vida terrenal, es decir, en la realidad, es lo que defienden cuando apelan a la sanción voluntarista de los golpes de pecho. No veíamos un ejercicio tan zafio de hipocresía doctrinal desde que este simpático reformista de papel couché, y otros miembros de alto rango, utilizaron su posición de emisarios de dios en la Tierra (Así será esta devastadora fuerza divina) y el peor dog whistling para insinuar la responsabilidad de los homosexuales en la plaga pederasta. Los embarraron con ese gravísimo delito como cualquier facha culpa a los judíos de cuanto le ocurre. Como si tuvieran un mal congénito. Para que entendamos la dimensión correcta de este insulto al sentido común y a toda una minoría históricamente perseguida. Insulto no rebatido, además, por esta aplaudida y blanqueada catástrofe moral que hay por Papa. Que es otro insulto en sí mismo. Sigue leyendo