FUEGO A DISCRECIÓN | Jorge Ley
Algo tenía que salir forzosa y rematadamente mal si, como si se tratara de un imprevisible desastre natural y no de un acto descarnado de degeneración colectiva, una de las primeras dantescas escenas de la tarde del sábado era la de un autobús siendo apedreado en las inmediaciones del Monumental porque sus «vigilantes» no eran policías o seguridad privada sino unos delincuentes que hacían de hinchas y odiaban con violencia al equipo que iba subido allí con la pobre, barata y criminal coartada de la pasión. Excusas. Burda pornografía sentimental. Como si la pasión fuese un arma punzocortante o una mujer utilizando cinta para pegar bengalas al cuerpecito de una menor, quien sabe si su propia hija, a ver si así podían meter al estadio el material de contrabando y burlar a la autoridad. O lo que sea que exista y haga el fallido intento de parecer. Sigue leyendo