FUEGO A DISCRECIÓN | Jorge Ley
Los silencios de Neymar, que va arrastrando por Estados Unidos como si su padre lo tuviera en un régimen disciplinario cuasi militar, dejan ver al FC Barcelona al igual que un ente sin capacidad de reacción al que el glamour, por el que se estudiaba su éxito en Harvard, se le escapa por la ventana. Ese magnetismo perdido, ese «ya no es lo mismo que antaño» explica que algunos futbolistas se resistan a ser adquiridos por el club, como si los llamara al deber un superhéroe desahuciado al que no pedirían ayuda ni aunque la ciudad la invadiera King Kong, y que otros intenten abrazar el papel protagónico en equipos que no resisten comparación histórica, ni triunfal con el Barça.
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